domingo, 16 de marzo de 2008

Al volverse lo vio claro

Al volverse lo vio claro. Duró sólo un segundo, puede que menos, pero fue un segundo de absoluta y total comprensión. Es curiosa la forma en la que nuestro cerebro es capaz de estirar algunos pequeños fragmentos de tiempo hasta que parece que transcurren a cámara lenta. Este era uno de esos momentos. Alguien, quizá incluso él mismo de forma inconsciente, había pulsado el botón de “slow” para que ningún detalle, por insignificante que fuera, pasara inadvertido.

Al volverse, observó como la gente seguía andando, ajena a cualquier cosa que no fueran sus propios problemas. Observó el tráfico, bastante intenso ahora que se acercaba el mediodía. Observó la pistola que Carlo sujetaba contra su estómago, y, esto último es lo que más le horrorizó, observó la mirada radiante del que hasta hace poco consideraba su amigo. Observó su expresión de triunfo, de placer. Sonreía.

Durante ese segundo, eterno en su cabeza, pensó en su mujer y su hijo, en qué sería de ellos. Pensó en los últimos seis meses, huyendo de ciudad en ciudad. Le habían proporcionado una nueva identidad, un trabajo seguro...una nueva vida para los tres. Le habían asegurado protección, joder, le habían prometido que estando tan lejos estarían seguros por fin. Le habían dado esperanzas de estar a tiempo...de estar a tiempo para rehacer su vida, olvidar el odio, la muerte...

Al volverse lo vio claro. Era inútil. Daba igual lo lejos que huyeras, lo seguro que creyeras estar. Al final, siempre te encontraban.

Escucho un “clic”, demasiado familiar como para que no supiera lo que iba a suceder. Al final, justo antes de que acabara todo, no pensó ni en su mujer ni en su hijo. No pensó en sus seres queridos, no tuvo un último momento de lucidez. Sólo miedo, horror...y la mirada de placer de su amigo.

Daba igual lo lejos que huyeras.

Al final, siempre te encontraban.

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