domingo, 16 de marzo de 2008

La Mansión IV. Brotaba pintura de entre sus dedos.

- Brotaba pintura de entre sus dedos. El pelo negro, manchado también de pintura, caía desordenado sobre su frente.- el viejo miraba al infinito, y yo le escuchaba– Tengo noventa y nueve años, Ralph, y pienso dar guerra al menos dos o tres más antes de palmarla, pero jamás he olvidado ningún detalle de la primera vez que vi al Sr. Straub.

-Yo tenía seis años, y estaba jugando con mi hermano Joey muy cerca de aquí– continuó el anciano- Siempre veníamos a ver como construían la casa, llevaban casi ocho meses con ella y ya casi estaba terminada. Nos acercamos corriendo y vimos al Sr. Straub por primera vez. Siempre he estado convencido de que nadie en el pueblo le había visto hasta ese día, jamás había venido a Derry. Nos quedamos quietos cuando se dio la vuelta y nos sonrió. Se limpió las manos de pintura en los pantalones y nos saludó (lo recuerdo cómo si fuera ayer) con una gran sonrisa. Se presentó cómo Richard Straub, dijo que era forastero, pero que se quedaba a vivir definitivamente en nuestro pueblo. Dijo algo acerca de lo bonito que era todo por aquí, que se alegraba de haber venido. Yo ya no le escuchaba. Sólo miraba sus ojos, verdes, fríos, muertos. Es la única forma que he encontrado jamás para expresarlo, y créeme, Ralph, noventa y tres años dan para darle muchas vueltas al asunto. No existe otra forma para decirlo. Sus ojos estaban muertos.

Merrill hizo una pausa para liar otro cigarro. El primero se le había consumido en la mano. Mientras esperaba que continuara con su relato, caí en la cuenta de un detalle de su historia que no tenía sentido.

- ¿Ha dicho usted que se llamaba Richard Straub? ¿Igual que el Richard Straub que murió aquí hace menos de dos años?- Esperé a que diera la primera calada, aunque mi corazón ya sabía lo que iba a contestar.
- Era Richard Straub, Ralph. El mismo Richard Straub.- Me miró fijamente.
- Espere un momento, amigo… ¿Me está diciendo que cuando murió Richard Straub tenía…
El viejo me cortó.
- Mira, yo no sé la edad que tenía cuando murió. En 1906 te puedo asegurar que no tenía menos de cuarenta y cinco años. Es fácil echar la cuenta. En 1998 debía tener unos ciento treinta y siete años. Ya no sé qué pensar, Ralph. Tengo casi cien años, he visto morir a tres de mis hijos y a un nieto, y el maldito Richard Straub apenas había envejecido en todo ése tiempo. Por alguna razón, estoy convencido de que debía tener incluso más años.
- No puede ser, seguramente habrá confundido…
De nuevo el viejo volvió a cortarme.
- Mira, Ralph, últimamente tengo muchos problemas de estómago y no puedo pasar mucho tiempo fuera de casa. De hecho, la última vez que me hice el valiente y me fui a jugar al Póker a casa de Jack tuve que volver a casa a cambiarme de pantalones. No he venido a pasar el rato de cháchara discutiendo la edad que tenía o que no tenía el maldito Straub. He venido a decirte que te andes con ojo. Considéralo un favor, Ralph. Un favor de un amigo.
Me miró fijamente, dio una larga calada al cigarro y esperó, quizás para ver si estaba dispuesto a escucharle. Yo le miré sin decir nada. Estaba dispuesto.

- En 1906, o quizás en 1907, empezaron a ocurrir cosas terribles en el pueblo. Para ser más exactos, (mi madre me decía que si vas a contar algo, cuéntalo bien o cállate, Dios la tenga en su gloria) empezaron a ocurrirles cosas terribles a los niños del pueblo. Murieron al menos doce niños entre 1907 y 1916, cuando Straub desapareció por primera vez.
- ¿Quiere decir que los mató Straub?- Pregunté preocupado, empezaba a asustarme.
- Ojala fuera tan sencillo, Ralph. Al menos hubieran sabido a qué atenerse, hubieran sabido qué hacer. Seguramente lo hubieran matado, algo es algo.- miraba al bosque, recordando.- Simplemente murieron. Primero Robbie Nickelson, que tenía nueve años, se ahogó en el lago. Su madre acabó suicidándose ocho meses después. Para entonces ya habían muerto los hermanos Patty y Josh Hermann (o Himann, no lo recuerdo) en el incendio del colegio. Nunca nadie pudo relacionar a Straub con las muertes, pero estaba claro que tenían que ver con él. Con él y con ésta casa. Por eso tuvo que marcharse el muy cabrón.
Joder, la cosa se estaba desmadrando…
-¿Y ellos creen que yo tengo algo que ver con lo del crío de esta mañana? ¡Eso es una locura!
- Digamos que no les ha gustado nada que estuvieran molestando por aquí, y ahora esto…la mayoría ni siquiera había nacido cuando ocurrió todo aquello, pero han oído historias terribles sobre “La Mansión”. Así la llamaba Straub.
Dio la última calada al cigarro, lo lanzó a la carretera y se levantó.
- Marchaos.- No parecía un consejo.

Echó a andar muy despacio por la carretera, por la que no había pasado ni un coche en todo ése rato. Le estuve observando unos segundos y entonces pensé en algo que el viejo había dicho.
-¡Merrill!- No pareció escucharme- ¡Merrill!
Se volvió y me miró. Le hice la pregunta que tenía hace un rato en la cabeza.
-¿Cree usted que el culpable fue Straub o fue la casa? Quiero decir…- No sabía muy bien cómo expresarlo- ¿Cree usted que hay algo maligno que afectó a Straub o al revés?
El viejo miró hacía la casa a mi espalda, con ojos entornados con evidente disgusto.
- Te diré lo que pienso. Pienso que se encontraron, que por alguna razón se estaban buscando.- Apartó la mirada de la casa y me miró a mí- Quizás se necesitaban. Algo así cómo un matrimonio, Ralph. Algo así.

El viejo se marchó y yo me quedé sentado en los escalones. Pensando en Straub. Pensando en Martha. Pensando en los niños muertos hace noventa años, y en Stewey bajo una sábana ensangrentada esa misma mañana.

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