lunes, 10 de marzo de 2008

Soy el mendigo que sólo acepta sueños.

Así rezaba el cartel situado a los pies de aquél tipo junto al lago. Estaba de pié entre una enorme vidente con pañuelo gitano y un titiritero que se esforzaba por llamar la atención de algunos de los niños que pasaban de la mano de sus padres. Me detuve un instante a contemplar al dueño del cartel que había llamado mi atención, y Sara continuó unos metros hablando sola sin darse cuenta.

El hombre vestía una gabardina negra, botas de motorista y gafas oscuras, y tenía la cabeza completamente rapada. No se movía ni hacía gestos para atraer a los caminantes, como si supiera que su sola presencia bastaría para llamar la atención. Esperaba tranquilo, con las manos detrás de la espalda y una sonrisa casi imperceptible asomando a su boca. Se dio cuenta de que le miraba y me hizo un gesto con la cabeza.

- Así que sólo sueños, ¿eh amigo?
- Así es, señor. -tenía un marcado acento del éste de Europa- No mucho pedir.
- ¿Y para qué los quiere, si puede saberse?- me acerque a sólo unos pasos de dónde se encontraba.
- Hace años perdí míos, señor. Una desgracia, terrible desgracia. No puede vivir sin sueños.

Al darse cuenta de que ya no caminaba a su lado, Sara se había dado la vuelta para ver donde me había metido. Se puso a mi lado y me habló en voz baja al oído.

- ¿Qué haces? -sujetaba mi brazo con fuerza, clavándome las uñas- Vamonos, venga.
- Espera un momento.-contesté divertido, tratando de aflojar la presión de su mano y dirigiéndome al mendigo- Supongamos que quiero donarle un sueño. ¿Como lo hacemos? ¿Le hago una transferencia?
- Mucho más fácil, señor. Sólo tiene relajarse.

El hombre avanzó dos pasos hasta situarse justo delante de mí. Dejó ver por primera vez sus manos, enfundadas en unos negros guantes de cuero que se quitó con cuidado dedo a dedo. Posó la palma de su mano en mi frente y dijo unas palabras en un idioma que me era desconocido. Sujetó mi hombro con la otra mano y habló en susurros.

- Relájese, señor. Piense un lugar hermoso, un lugar en que sido feliz. Recuerde personas que acompañaban, en cosas que hizo. Relájese.

Una imagen se formó en mi cabeza: Sara y yo caminando por una playa desierta que habíamos encontrado en Ibiza el verano anterior. El agua que mojaba nuestro camino llenaba el ambiente de sal y espuma, y la fina arena se escurría bajo nuestros pies a cada paso. Sara me abrazaba y sonreía, y el sol brillaba en sus rizos rubios. Caminábamos hacia una cala escondida, en la que haríamos el amor al caer la noche.

Quise besarla y entonces me di cuenta de que caminaba sólo. Sara ya no estaba junto a mí. Las huellas en la arena se perdían delante de mí, y las seguí gritando su nombre. Las olas habían dejado de romper en la playa, y el agua del mar se tiñó de rojo, dándole el aspecto de un terrorífico lago en calma. Corrí tanto como pude hasta que me torcí el tobillo y caí rodando por la arena. Me levanté ahogando un grito de dolor, y con el tobillo hinchado, avancé por la orilla como pude. Había algo en la arena al final de la playa, algo que se movía, tenía que llegar allí.

Cuando estaba menos de cien metros, vi que lo que se movía era una figura negra que saltaba y aullaba alrededor de algo en el suelo. Volví a caer, y como pude continué arrastrándome por la arena. Escuchaba los gritos de la criatura y los gorgoteos que me llegaban cada vez que se inclinaba sobre la figura que ahora podía ver tendida en el suelo. Cuando me acerqué, grité horrorizado cuando vi que Sara me miraba desde el suelo con unas cuencas sin ojos. La boca deformada en una mueca de horror se movía lentamente, como si tratara de hablar. El mendigo saltaba a cuatro patas a su alrededor, reía y chillaba con el rostro lleno de sangre y cada varios segundos metía la cabeza en el estómago de Sara y desgarraba con los dientes, llenando la arena de sangre. El mendigo metió la mano en la boca de Sara y desgarró su lengua, tirando de ella mientras me miraba riendo. Chillé, la vista se me nubló, y me tambaleé hacia atrás.

Caí al suelo en el parque junto a Sara. La gente que pasaba junto al lago y los que miraban al titiritero se volvieron hacia mí, aunque ninguno se detuvo más de un segundo. Sara se inclinó asustada, preguntándome qué me había pasado. La acaricié el rostro con las manos, me levanté y la besé en la frente.

- Tranquila, estoy bien. Me he mareado, nada más.

El hombre de la gabardina estaba de rodillas con los brazos abiertos y la cabeza echada hacia atrás, como si esperara la lluvia para beber. Abría y cerraba la boca como si le costara respirar, y pasaba su lengua una y otra vez por sus labios y sus dientes. Las gafas se habían caído de su rostro, dejando ver unos ojos minúsculos de color rojo. Se incorporó mirándome mientras colocaba de nuevo sus gafas.

- Gracias, señor...-dijo con voz siseante mientras un hilo se sangre asomaba por la comisura de sus labios- Muy amable de su parte.
- Vamonos de aquí, venga.

Abracé a Sara y nos alejamos rápidamente de aquél sitio. Insistió en que me tomara un café para el mareo en cuanto llegamos a casa. Yo no dejaba de abrazarla y tocarla con las manos, necesitaba saber que estaba conmigo y estaba bien. Pasamos el resto de la tarde viendo una película en casa y haciendo el amor. Por la noche, volví a llenarla de besos y me dormí enredado en su cuerpo, desnudos como estábamos. Había olvidado la pesadilla con el roce de la piel de Sara, y descansé tranquilo.

En mitad de la noche me desperté con dolor de cabeza y Sara no estaba a mi lado. La luz del salón estaba encendida, así que supuse que estaría viendo una película, como tantas y tantas noches en las que le costaba conciliar el sueño. Me iba a levantar para ver qué hacía cuando un dolor increíble atravesó mi pierna desde el tobillo. Palpé con las manos en la oscuridad, y comprobé que lo tenía hinchado y dolorido. Aterrorizado, encendí la lámpara de la mesilla y vi que a mi lado en la almohada había una lengua ensangrentada.

Fue entonces cuando escuché las risas y los gorgoteos

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues deja de sentirlo, al menos por la parte que me toca, porque sinceramente... este es "mucho más Aarón" que el otro.

Bueno, que... tienes un e-mail, jajaja, y que se me piró la pinza y te entendí mal, pero a ver si mañana (o ya hoy) sincronizamos agendas ;)

P.D. Vuelvo a estrenarte el blog. ¡Cómo mola! xD

Anónimo dijo...

Indiganda, eso es lo que estoy. IN-DIG-NA-DA

Pero, pero, pero... me niego a seguir leyendo! Dónde está el comienzo de la historia, la "famosa" frase,? qué citaba el cartel? no me esperaba esto de usted, Señor Pistolero....

ais...... Cuando lo arregle avise y paso a terminar de leerle

PD. :P

Anónimo dijo...

Al más puro estilo Stephaniano, ¿o será Kinguiano? Bueno, el caso es que también es de tu propia cosecha y eso me gusta más que cualquier otra cosa. Hacía tiempo que no pasaba por tu casa, socio; y me encuentro conque has cambiado, no sólo de vivienda, si no de fotografía!!! Eso vale por tres hurras!!! XD

Me encanta verte por aquí en activo, a ver si sigo el ejemplo y me dejo caer más amenudo, ok?

Una cosilla... ¿te sabes el chiste aquél de los cien chinos que están jugando a fútbol en una cabina de teléfonos? XD Si no lo sabes hazme una señal!!!

Un fuerte abrazo, socio. Ya me dirás qué tal andas en tu vida real!

Pugliesino dijo...

Pues que aunque atisbé lo que podría suceder cuando se alejaron de allí,era tal ya la fuerza,la inercia del relato que disfruté hasta el final leyéndolo.
Al principio llamaba la atención precisamente el llamar la atención pero la narración termina por atrapar.Con escasos elementos nada sofisticados te basta para crear tensión,terror,cotidianidad y misterio.
Rebienvenido y felíz travesía bloggeriana!!
Un abrazo!

Anónimo dijo...

qué horror por favor!!!
atroz, atroz, qué retorcido.
eso sí la historia increíble, pero el final es trágico...
el cuento me ha encantado, la forma de narrarlo y todo, pero no me gustaría ser sara, ni el mendigo y menos aún el protagonista. ¿qué le pasaría al mendigo para acabar así?
un besote!!

Anónimo dijo...

muy bueno!!! Se nota que te gusta King. Ya somos dos.

gratos días y placenteras noches

sevemos

alguien dijo...

Tío!!! Por eso te hemos echado de menos, y tanto este tiempo. Joer, que cuentos así no se leen ni de palo todas las semanas. Predilección por tus historias y por el género, qué cosas. Estupendo, macabro, aterrador, estupendo (de nuevo xD)!!!!
Y cierto es que en el terror visceral no se puede ser sofisticado, eso es lo que me gusta, jajaja

Un abrazo y me alegro de reencontrarte, my friend!